21/11/09

El Síndrome del Alfiletero



Mi abuela iba siempre de negro –aparte de su esposo, se le habían muerto ya nueve de sus doce hijos-; incluso se ponía un pañuelo negro en la cabeza cuando salía a la calle. Imborrable el recuerdo de aquellas largas colas, cogido de su mano. para recoger la ayuda social que nos llegaba, muy de tarde en tarde, en aquellos días de posguerra. Los inmigrantes que hoy hacen largas colas para recibir alimentos deberían de saber que a los españoles de nuestra generación –a los de la clase obrera, quiero decir- nos pasó lo mismo. Tampoco en esto hay nada nuevo debajo del Sol.

Especialmente, recuerdo a mi abuela sentada en aquella silla baja con asiento de mimbre, encogida sobre aquel huevo de madera, zurciendo calcetines; y hoy, más que nunca, clavando aquellos alfileres de bolita negra sobre su alfiletero. No era como los que puedes comprar hoy en cualquier bazar, con cajita incorporada, sino un trozo de tela relleno –creo que nunca he sabido de qué- y cosido a conciencia. En estas tareas era una consumada artista: sus pelotas de papel envueltas de trapo y cosidas con esmero eran las más populares entre los chavales del barrio, porque eran las que podían aguantar un partido entero.

La he recordado, lo que son las cosas, mientras un atento doctor chino me iba clavando sus agujas en aquellos puntos de mis hombros y orejas donde entendía él que era necesario. ¡Qué cosa, tan aparentemente trivial, que me haya acordado de mi querida abuela Antonia precisamente tendido en aquella blanquísima sábana y viviendo a mi manera el Síndrome del Alfiletero.

    4 comentarios:

    El Ratón Tintero. dijo...

    De polvo de serrín que gustosamente te daba el carpintero del barrio, de eso estaban llenos los alfileteros y de eso siguen estando llenos; y si lo dudas sólo tienes que abrir uno de esos tan coloridos, precisamente rodeados de cabezas de chinitos.

    José Antonio dijo...

    ¡Hombre...abuelo!
    Que pensaba que aún estabas en "dique seco" con tus dolencias. Bueno...me alegro tenerte por aquí de nuevo. Ya he leído tus anteriores batallitas.
    Y como siempre...lo que sale del interior "no tiene desperdicio".
    Un abrazo abuelete.

    el abuelo dijo...

    Querido Ratón Tintero:

    ¡Y yo que creí que el serrín sólo se usa para rellenar algunas cabezas! Gracias por tu información. Así da gusto tener un blog.

    el abuelo dijo...

    Amigo José Antonio:

    Me alegra seguir en la brecha, siquiera sea para presumir de personas que saben valorar lo magnífico que soy; quiero decir LO MAGNÍFICO QUE SOY, quiero decir ¡¡¡LO MAGNÍFICO QUE SOY!!! Ya ves que el sentido del humor no me lo arrebata nadie.

    Un abrazo.