23/12/08

Parábola de los dos relojes


Las relaciones humanas son semejantes a aquellos dos relojes que, una vez cruzado el amplio umbral de aquella inmensa casona, podías ver situados el uno frente al otro en aquel salón lleno de objetos que ibas descubriendo a medida que recuperabas la visión, después de haber recibido el impacto de la solana.

A la derecha, aquel estupendo carrillón te sugería que los habitantes de la casa tenían posibles. Lo cierto es que ninguno de ellos sabía por aquel entonces cuándo y quién lo había colocado allí. Era realmente precioso: de madera noble, bien trabajada y barnizada con delicadeza. Su enorme péndulo estaba parado; y, claro, nadie te podía decir cuándo había dejado de sonar ni dónde podía estar guardada la llave para ponerlo de nuevo en marcha. Era tan impresionante su planta como su silencio. Pero no estaba muerto, eso no.

En la pared de enfrente, el diminuto péndulo del reloj de cucú iba de un lado al otro sin aparentar cansancio. Lucía bien sus adornos de flores talladas y pintadas con primor. Se le veía contento.

--Estás cada día más loco –le espetó el carrillón.

--¿Quie-res de-cir más so-na-do? –respondió, intencionadamente.

--Lo que tú digas. Pero, ¿es que acaso no te das cuenta de lo mareante y molesto que es tu continuo tic-tac. No sé cómo te siguen aguantando en la casa. Y por si fuera poco, de vez en cuando y sin equivocarte nunca, abres la ventanita y aparece ese chiflado con su cu-cú, cu-cú.

--Pues a mí me sue-na de ma-ra-vi-lla, por-que me re-cuer-da que es-toy ha-cien-do bien mi tra-ba-jo.

--¡Tu trabajo! No me vengas con esas. Lo que ocurre es que ni tú ni el pajarito tenéis remedio. Mírame a mí. Soy bellísimo. ¿Has observado bien las dos columnas salomónicas que luzco? ¿Qué es lo primero que miran quienes entran en la casa? A mí, desde luego, y se acercan para acariciar mis suaves formas y la textura de mi madera. A ti, casi ni te ven. Y le he oído decir a alguien que relojes como tú se pueden encontrar en las tiendas de todo a cien… que no sé lo que son, pero me suena a cosa barata. No te ven, ¡pero te oyen! Ya lo creo que te oyen; y por eso, ¡te huyen!

--Yo no ve-o las co-sas co-mo tú las ves. A los ni-ños les gus-to más yo.

--No digas tonterías. ¿No te agota ir de un lado al otro? Mírame a mí, sonado. Quieto, hierático, equilibrado, sin que nada ni nadie pueda alterar mi silencio. Las personas se encuentran seguras cerca de mí, porque no las molesto. En cambio, tú…

--Su-pon-go que al-go de ra-zón de-bes de te-ner. Y has-ta pue-de que re-sul-ta-ra in-te-re-san-te pa-rar-me y ex-pe-ri-men-tar tu quie-tud, tu si-len-cio, tu e-qui-li-brio. Por-que, des-de lue-go, ir de un la-do a o-tro me de-ja a ve-ces un tan-to des-cua-je-rin-ga-do. Pe-ro, mi-ra, te ha-ré u-na pre-gun-ta. Si yo es-tu-vie-ra co-mo tú, ¿có-mo sa-bría la gen-te de la ca-sa la ho-ra en que vi-ve?


--¿Y tú crees, tontaina, que a los seres humanos les interesa saber la hora en que viven?

--Pues, no sé; pe-ro me i-ma-gi-no que pa-ra al-go nos han in-ven-ta-do. Mi-ra, yo, por si las mos-cas, se-gui-ré i-gual de de-se-qui-li-bra-do.

Así también sucede cuando algunos seres humanos confunden su culpable quietismo y su despreocupación por los demás con su impagable serenidad y equilibrio. Pero, eso no cuela. Vale más vivir yendo de un lado al otro, incluso dando bandazos y molestando si hace falta, que presumir de equilibrado. Así, cuando menos, sabes que estás siendo útil; aunque te hagan poco caso o ninguno. Y si, agotado, tienes la tentación de detenerte, siempre habrá cerca una mano amiga que te dé cuerda o te cambie la pila.


4 comentarios:

Soldado Raso dijo...

"Flanco derecho, flanco izquierdo... buffff... de locos".
Gracias por las pilas, abuelo. De estas queremos más.

el abuelo dijo...

En mi apreciación, ya eres teniente de Infantería. Por lo que a mí respecta, cu-cú, cu-cú, cu-cú, cu-cú,..

Gracias por la atención que prestas a mis batallitas: me animas a seguir.

¡Rompas filas!

el abuelo dijo...

En mi apreciación, ya eres teniente de Infantería. Por lo que a mí respecta, cu-cú, cu-cú, cu-cú, cu-cú,..

Gracias por la atención que prestas a mis batallitas: me animas a seguir.

¡Rompas filas!

Soldado Raso dijo...

¡A sus órdenes! ¡Es un placer!