17/12/08

¡Nos han robado el Niño!


Esa debió de ser, más o menos, la exclamación de los empleados del Ayuntamiento cuando se dieron cuenta de que, durante la noche, unos desaprensivos se habían llevado el Niño Jesús del pesebre que todos los años levantan en la amplia plaza que, a manera de “hasta aquí tú-hasta aquí yo”, separa los dos enormes edificios desde los que se intentea gobernar la gran Barcelona: el Ayuntamiento y el Palacio de la Generalitat. Además, también se llevaron algunas ovejas y cabras.

La respuesta inmediata de los responsables ha sido traer un nuevo Niño y meterlo todas las noches en el Ayuntamiento para no tentar a nadie. A los animalitos les han puesto unas cadenas. A mí me ha dado por acercarme a este suceso –que he oído decir a algunos que ya ha ocurrido otros años- como si se tratara de una parábola; algo así como: “La vida de los ciudadanos de las grandes urbes es semejante a…” En este caso concreto, es semejante al hecho de que ¡nos han robado el Niño! Aunque queriendo escapar de la demagogia, es difícil no utilizar el incidente para, cuando menos, expresar la tristeza de que el nacimiento del Hijo de Dios no es el centro de estas fiestas para una gran parte de nuestros paisanos. Sí, ¡nos han robado el Niño!

Pero es que, además, nos impiden acercarnos a él. Previsoramente –no sé si antes o después del robo-, quienes han montado el belén han llenado de cactus el parterre que está delante mismo de la sagrada familia y de la pareja de animales que les dan calor. ¡Cuidado, pueden pincharse!

Hace ya muchos años que a Jesús, de Niño o de Hombre, se le mira desde lejos en nuestra dislatada sociedad. Se han ocupado algunos de plantar “cactus” espinosos; y son muchos quienes lo siguen haciendo. Él es la persona descrita en los Evangelios por quienes estuvieron a su lado: sus testigos; pero, preguntando aquí y allá –incluso en ambientes eclesiales-, está claro que pocos los leen. ¿Qué pasa entonces? Que lo que se sabe de Jesús de Nazaret viene desde otros testimonios. Hoy, hay quienes se atreven -sin poder demostrarlo, claro- a dar por supuesto que los autores de los Evangelios no dijeron la verdad sobre Jesús, que el Jesús que nos ha llegado no es el de la Historia, sino el de la Iglesia. Y, veáse por dónde, hay personas que se lo creen sin detenerse siquiera a intentar comprobar si es verdad, leyendo esos textos. No estoy hablando de fe, sino de credulidad, que es el vestíbulo en que se quedan tan panchos quienes se niegan a sí mismos el derecho a tener opiniones propias bien fundamentadas. Sí, ¡nos han robado a Jesús! A este paso, tendremos que esconderlo cada noche para que no sigan robándolo. Jesús no es patrimonio de nadie. El Hijo del Hombre hizo lo que hizo a favor de todos; por esa razón, creyentes o no, deberíamos acercarnos a él con respeto y reconocimiento, esforzándonos en no convertir su Cumpleaños en una fiesta tan alejada de su vida y sus enseñanzas.

Los cactus están ahí las veinticuatro horas de cada día. Y lo altamente significativo al menos para este abuelo que las he visto ya de todos los colores, es que ese intento de separar a las personas del Maestro ya lo intentaron sus discípulos, y recibieron una seria amonestación: ”Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis; porque de ellos es el reino de los cielos”.

Con el robo de ese Niño, y esa obsesión laicista que preside estas fiestas, es posible que, a manera de ladrones bienintencionados, les estamos robando a nuestros niños –porque son responsabilidad de todos- acercarse al genuino Jesús, a aquel que los sentaba sobre sus rodillas y les decía lo que sólo Dios sabe decir a los niños. Hay que arrancar estos otros cactus del camino. Nuestros niños no tienen por qué seguir con nuestra letanía de todas las Navidades: “No es esto, no es esto; demasiado consumo, demasiado confundir con la capacidad económica de hacer grandes regalos; demasiado, demasiado”.

¿Nos han robado al Niño? ¿Nos han robado, también, al niño que todos llevamos dentro?

2 comentarios:

Soldado Raso dijo...

Abuelo, ¿nos lo roban o nos interesa el hurto? Ojos que no ven... Además, nos dan fiesta para que nos olvidemos de la "ideal vida" que sufrimos a diario... Hay que comprar, así somos alguien, hay que beber y comer (porque mañana 'palmarem') y, especialmente, NO HAY QUE PENSAR. A ver si a alguien le molesta que nos hagas pensar con tu blog y te lo cierrran por atentar contra la Navidad, momento de "relax y amor fraternal"... pero buscar, escuchar esa voz interior que clama la paz del Amor de Dios y ser consecuentes con eso... ¡Bufff! ¡Esa sí que es una responsabilidad!
Un beso.

el abuelo dijo...

Lo que te dije hace días: Como sigas por este camino, te haré teniente... anmque, la verdad, ya es mucho lo que tienes.

Unas navidades sencillas y fraternas: eso es lo que deseo para ti y los tuyos.