Una tribu aborigen de Australia me considera, a mí y a millones de otros seres humanos, un Mutante. Se conocen a sí mismos como los Auténticos, y he sabido de ellos gracias a Marlo Morgan y su interesante y revelador libro “Las voces del desierto”*.
Desde ese desierto, desde el interior más árido y solitario de aquel extenso país, nos llegan las voces que nos dicen: “Sois Mutantes”. Usan ese calificativo para señalar nuestra actitud frente a la vida, porque hemos mutado de nuestro estado natural. Nos alertan de que hemos perdido o rechazado la antigua memoria humana y las verdades universales. Una de las consecuencias de esa pérdida de lo auténtico son nuestros sueños nocturnos. La razón por la que los Mutantes soñamos de noche es que nuestra sociedad no nos permite soñar de día ni acepta en modo alguno que alguien sueñe con los ojos abiertos.
Quieren que reflexionemos e intentemos cambiar todas aquellas actitudes que, a lo largo de la historia de la humanidad, nos han ido alejando de las verdades universales, las que son de todos, y que han ido reduciendo –milenio a milenio- nuestra capacidad de soñar despiertos. Cuando Marlo Morgan, una profesional norteamericana de la salud, estuvo vagando con esos aborígenes por aquel desierto, quedó impresionada al saber que estos Auténticos habían decidido desaparecer, asumiendo el celibato para no tener más hijos y dejar así que la tribu fuera reduciéndose hasta el final. Eso sí, dejándonos clara nuestra responsabilidad de cuidar la Tierra que el Creador nos dio a todos. Ella escribió el relato de su inesperado viaje de varios meses –viaje, en muchos sentidos- mayormente para cumplir el encargo de avisarnos del peligro de acabar con el mundo por haberlo venido despreciando. Los Auténticos se van; los Mutantes seguimos mutando.
Una prueba de esa clara intención son las palabras de una profecía de los indios cree que nos ofrece al inicio de su libro: “Sólo cuando se haya talado el último árbol, sólo cuando se haya envenenado el último río, sólo cuando se haya pescado el último pez; sólo entonces descubrirás que el dinero no es comestible”.
Se trata, me parece, de algo que va más allá de un manifiesto ecologista al uso. Marlo fue impactada de veras, y quiere compartir su experiencia con otros Mutantes. Tengo la intención de volver a sus páginas en algún otro momento. Por ahora, queridos Mutantes, lo dejaremos aquí. Eso sí: sería bueno que a esos Auténticos les llegara de algún modo, la noticia de que entre nosotros también hay quien sueña de día: Martín Luther King tuvo un sueño hermoso… con unos ojos abiertos a la esperanza.
Por el momento, las buenas intenciones de los Auténticos me han traído a la mente aquellas recomendaciones vitales del profeta Jeremías: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad en él, y hallaréis descanso para vuestras almas”. Pararse, mirar, preguntarse –que implica cierto reconocimiento de que puede uno estar equivocado-, andar por esas sendas antiguas, descansar. No va a ser fácil para los Mutantes de nuestro siglo que lo intentemos, porque siempre habrá quien querrá impedírnoslo: los que se paran no producen, los que miran pueden llegar a ver, los que preguntan pueden encontrar respuestas… Y eso, entre otras cosas, podría echar por tierra muchos infames negocios.
* Marlo Morgan, Las voces del desierto, Ediciones B.S.A., Zeta Bolsillo, 2006
Desde ese desierto, desde el interior más árido y solitario de aquel extenso país, nos llegan las voces que nos dicen: “Sois Mutantes”. Usan ese calificativo para señalar nuestra actitud frente a la vida, porque hemos mutado de nuestro estado natural. Nos alertan de que hemos perdido o rechazado la antigua memoria humana y las verdades universales. Una de las consecuencias de esa pérdida de lo auténtico son nuestros sueños nocturnos. La razón por la que los Mutantes soñamos de noche es que nuestra sociedad no nos permite soñar de día ni acepta en modo alguno que alguien sueñe con los ojos abiertos.
Quieren que reflexionemos e intentemos cambiar todas aquellas actitudes que, a lo largo de la historia de la humanidad, nos han ido alejando de las verdades universales, las que son de todos, y que han ido reduciendo –milenio a milenio- nuestra capacidad de soñar despiertos. Cuando Marlo Morgan, una profesional norteamericana de la salud, estuvo vagando con esos aborígenes por aquel desierto, quedó impresionada al saber que estos Auténticos habían decidido desaparecer, asumiendo el celibato para no tener más hijos y dejar así que la tribu fuera reduciéndose hasta el final. Eso sí, dejándonos clara nuestra responsabilidad de cuidar la Tierra que el Creador nos dio a todos. Ella escribió el relato de su inesperado viaje de varios meses –viaje, en muchos sentidos- mayormente para cumplir el encargo de avisarnos del peligro de acabar con el mundo por haberlo venido despreciando. Los Auténticos se van; los Mutantes seguimos mutando.
Una prueba de esa clara intención son las palabras de una profecía de los indios cree que nos ofrece al inicio de su libro: “Sólo cuando se haya talado el último árbol, sólo cuando se haya envenenado el último río, sólo cuando se haya pescado el último pez; sólo entonces descubrirás que el dinero no es comestible”.
Se trata, me parece, de algo que va más allá de un manifiesto ecologista al uso. Marlo fue impactada de veras, y quiere compartir su experiencia con otros Mutantes. Tengo la intención de volver a sus páginas en algún otro momento. Por ahora, queridos Mutantes, lo dejaremos aquí. Eso sí: sería bueno que a esos Auténticos les llegara de algún modo, la noticia de que entre nosotros también hay quien sueña de día: Martín Luther King tuvo un sueño hermoso… con unos ojos abiertos a la esperanza.
Por el momento, las buenas intenciones de los Auténticos me han traído a la mente aquellas recomendaciones vitales del profeta Jeremías: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad en él, y hallaréis descanso para vuestras almas”. Pararse, mirar, preguntarse –que implica cierto reconocimiento de que puede uno estar equivocado-, andar por esas sendas antiguas, descansar. No va a ser fácil para los Mutantes de nuestro siglo que lo intentemos, porque siempre habrá quien querrá impedírnoslo: los que se paran no producen, los que miran pueden llegar a ver, los que preguntan pueden encontrar respuestas… Y eso, entre otras cosas, podría echar por tierra muchos infames negocios.
* Marlo Morgan, Las voces del desierto, Ediciones B.S.A., Zeta Bolsillo, 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario