“Hablar mucho o, peor aún, hablar demasiado, puede diluir el mensaje, disminuir la relevancia de lo esencial a transmitir”. Lo dice Campo Vidal en su libro ¿Por qué los españoles comunicamos tan mal?, en una introducción que titula precisamente No es hablar por hablar. Acabo de abrir esa página de su obra –cuya lectura disfruté hace ya semanas-- en cuanto ha terminado la entrevista que en “El club”, un programa de TV3, le ha hecho su director al ex presidente extremeño Rodríguez Ibarra con ocasión de haber publicado sus memorias. Y es que, durante el diálogo, el político ha pespunteado sus intervenciones, una y otra vez, con la frase “Dicho esto”.
Me ha llevado a reflexionar en lo fácilmente que podemos incurrir en el error de no decir exactamente lo que pretendemos que entienda quien nos escucha o lee. No se trata de hablar por hablar tan irreflexivamente y tan sin tomar en cuenta al otro, que haga que se disminuya “la relevancia de lo esencial a transmitir”, por usar la feliz frase del reconocido periodista. Si a casi cada cosa que decimos, o escribimos, hay que añadirle un “dicho esto”, deberá de ser, supongo, porque se tendrá constancia de que no se nos ha entendido, o, por decirlo más educadamente, de que no nos hemos explicado. ¿No se trata de aquel donde dije Diego quise decir…?
Por si así fuera, me he propuesto pensar bien lo que escribo, y escribirlo lo más brevemente de que sea capaz en cada situación. Y es que cuando uno le habla a alguien cara a cara, o ante un auditorio, es posible hasta cierto punto observar los gestos de sorpresa de algunos --con lo que ya estás apercibido de que no te has explicado bien; y entonces tienes necesariamente, si es que quieres comunicar de verdad y no hablar por hablar, que echar mano del “dicho esto” o del “quiero decir”. Pero la cosa se complica más cuando estás delante de un ordenador diciéndole cosas a alguien que es posible que no llegues a conocer nunca de manera personal. ¿Me explico?
Dicho esto, quede claro que no pretendo decir que el señor Rodríguez Ibarra hable por hablar ni escriba por escribir, sino llana y simplemente que me encantaría no tener que pespuntear mis trabajos con ese “dicho esto”, como acabo de hacer ahora.
Hasta aquí por hoy.
Me ha llevado a reflexionar en lo fácilmente que podemos incurrir en el error de no decir exactamente lo que pretendemos que entienda quien nos escucha o lee. No se trata de hablar por hablar tan irreflexivamente y tan sin tomar en cuenta al otro, que haga que se disminuya “la relevancia de lo esencial a transmitir”, por usar la feliz frase del reconocido periodista. Si a casi cada cosa que decimos, o escribimos, hay que añadirle un “dicho esto”, deberá de ser, supongo, porque se tendrá constancia de que no se nos ha entendido, o, por decirlo más educadamente, de que no nos hemos explicado. ¿No se trata de aquel donde dije Diego quise decir…?
Por si así fuera, me he propuesto pensar bien lo que escribo, y escribirlo lo más brevemente de que sea capaz en cada situación. Y es que cuando uno le habla a alguien cara a cara, o ante un auditorio, es posible hasta cierto punto observar los gestos de sorpresa de algunos --con lo que ya estás apercibido de que no te has explicado bien; y entonces tienes necesariamente, si es que quieres comunicar de verdad y no hablar por hablar, que echar mano del “dicho esto” o del “quiero decir”. Pero la cosa se complica más cuando estás delante de un ordenador diciéndole cosas a alguien que es posible que no llegues a conocer nunca de manera personal. ¿Me explico?
Dicho esto, quede claro que no pretendo decir que el señor Rodríguez Ibarra hable por hablar ni escriba por escribir, sino llana y simplemente que me encantaría no tener que pespuntear mis trabajos con ese “dicho esto”, como acabo de hacer ahora.
Hasta aquí por hoy.
2 comentarios:
Dicho esto, creo que nos ha quedado bien claro que podremos leer pensamientos con fluidez comunicativa en este blog, que como dicen los 'doctos', es la esencia del compromiso... ¿o eso lo acabo de decir yo?
Sólo el que tiene cosas qué comunicar puede hacerlo con fluidez porque, en su interior, las vacilaciones han sido suprimidas por las conclusiones de una búsqueda honrada que, casi sin darnos cuenta, surgen al exterior.
Está visto que las guerras se vencen batalla a batalla, entrada a entrada. Gracias abuelo.
Gracias a ti, Soldado Raso, por las cosas tan bonitas que dices. Como sigas por ese camino, intentaré que te asciendan a cabo. Y con esto, acabo.
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