El alcalde de mi ciudad dio hace unos días la orden de encender las luces navideñas, y algunas calles y plazas –sobre todo las comerciales, por aquello de crear ambiente consumista- proclaman la llegada de la Navidad. Eso sí, guirnaldas luminosas desprovistas de cualquier referencia al nacimiento del Hijo de Dios, no sea que alguien se nos enfade. Por lo menos, este año no nos han invadido con la cocacolera y disneyniana figura de Papá Noël. Es de agradecer, sobre todo porque ya se encargan muchas familias de colgarlo encaramado a sus balcones y ventanas: todo un símbolo, me parece, de que a ese orondo santurrón venido a menos –a quien no le queda nada del digno San Nicolás, ni siquiera los colores de la vestimenta- lo han equiparado a los cacos. Claro que alguien puede decirme que, por lo menos, él no viene acompañado de camellos. Oigo por ahí que los Reyes Magos están recuperando terreno. Es un signo de lucidez.
Y es que, pese a la crisis, la avalancha de compras superfluas ya nos está invadiendo. Parece que la mayoría podemos prescindir de algunas cosas, pero no del derroche festivalero. Sería bueno detenernos a pensar por qué. Ante ese espectáculo de luces, colores y olores me parece oportuno citar de nuevo a Marlo Morgan y a su libro sobre los Auténticos. Le dijeron ellos que “los Mutantes pierden el tiempo en objetos artificiales, hueros, temporales, decorativos y edulcorados en el espacio de una generación, de modo que en realidad son muy escasos los momentos de su vida que dedican a descubrir quiénes son y cuál es su ser eterno”.
En qué medida tienen razón en lo que dicen, es una cuestión muy personal. Pero, cuando menos, la manera como nos describen nos brinda la oportunidad –si queremos aprovecharla- de repensar el sentido genuino de estas fiestas. Y, por favor, que nadie vuelva a la cantinela de que el cristianismo instituyó la Navidad a partir de fiestas paganas, porque hace mucho que eso está muy superado por la mayoría de los cristianos.
No sé, pero me parece que mientras más se llenan nuestras manos, más se vacían nuestros corazones. Además, a manera de contraste acusador, está la lacerante imagen de tantos que levantan sus manos vacías de todo, incluso de esperanza. Si, como se ha dicho, “la pobreza es la forma legal de la esclavitud”, ¿tenemos derecho, desde nuestra condición de liberados de esa condición de desposeídos, a gastar y gastar y gastar? ¿No nos estaremos desgastando nosotros mismos?
Jesús de Nazaret nació –y lo menos fundamental es si fue un 25 de Diciembre, fum fum fum-, y la sencillez de su nacimiento en Belén de Judea sigue como referente de por dónde hay que entender su historia y la nuestra. Por eso, cuando llegan estas fechas sería saludable para nuestras vidas no perder demasiado tiempo en lo superficial y dedicarnos a pensar en quiénes somos y en cuál es nuestro destino eterno. Y es que, como dicen los Auténticos, “no pueden recibirse cosas nuevas si no hay espacio para ellas”.
Y es que, pese a la crisis, la avalancha de compras superfluas ya nos está invadiendo. Parece que la mayoría podemos prescindir de algunas cosas, pero no del derroche festivalero. Sería bueno detenernos a pensar por qué. Ante ese espectáculo de luces, colores y olores me parece oportuno citar de nuevo a Marlo Morgan y a su libro sobre los Auténticos. Le dijeron ellos que “los Mutantes pierden el tiempo en objetos artificiales, hueros, temporales, decorativos y edulcorados en el espacio de una generación, de modo que en realidad son muy escasos los momentos de su vida que dedican a descubrir quiénes son y cuál es su ser eterno”.
En qué medida tienen razón en lo que dicen, es una cuestión muy personal. Pero, cuando menos, la manera como nos describen nos brinda la oportunidad –si queremos aprovecharla- de repensar el sentido genuino de estas fiestas. Y, por favor, que nadie vuelva a la cantinela de que el cristianismo instituyó la Navidad a partir de fiestas paganas, porque hace mucho que eso está muy superado por la mayoría de los cristianos.
No sé, pero me parece que mientras más se llenan nuestras manos, más se vacían nuestros corazones. Además, a manera de contraste acusador, está la lacerante imagen de tantos que levantan sus manos vacías de todo, incluso de esperanza. Si, como se ha dicho, “la pobreza es la forma legal de la esclavitud”, ¿tenemos derecho, desde nuestra condición de liberados de esa condición de desposeídos, a gastar y gastar y gastar? ¿No nos estaremos desgastando nosotros mismos?
Jesús de Nazaret nació –y lo menos fundamental es si fue un 25 de Diciembre, fum fum fum-, y la sencillez de su nacimiento en Belén de Judea sigue como referente de por dónde hay que entender su historia y la nuestra. Por eso, cuando llegan estas fechas sería saludable para nuestras vidas no perder demasiado tiempo en lo superficial y dedicarnos a pensar en quiénes somos y en cuál es nuestro destino eterno. Y es que, como dicen los Auténticos, “no pueden recibirse cosas nuevas si no hay espacio para ellas”.
1 comentario:
Estoy de acuerdo en casi todo lo que planteas, abuelo. Y te añado alguna cosita más...
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