Noche cerrada. Silencio casi absoluto: en los años 40-50 no circulaban muchos coches por mi barrio, ni se montaban botellones en sus pequeñas plazas, ni, por supuesto, iba ningún conductor presumiendo de su potente equipo de sonido. Lo dicho: silencio absoluto.
Pero, de repente, palmadas; al poco, más palmadas. Finalmente, gritos en la noche: «¡Sereno, sereno!». Las voces callaban en cuanto el palmero de turno podía oír sobre los adoquines el sonido casi metálico del “bastón de mando” del vigilante; y volvía el silencio. Y es que, por aquel entonces, cuando por la noche encontrabas el portal de tu casa cerrado y se te había olvidado la llave, tenías que dar palmadas para que aquel ángel municipal viniera, te abriera, te entregara una velita encendida en las manos y esperara a que empezaras a subir los escalones para volver a cerrar tras de ti. Si alguna vez tardaba en llegar era porque tenía que vigilar bastantes calles; pero en cuanto te oía, desde donde estuviera, golpeaba el firme con su bastón para que no se te ocurriera turbar el sueño de tus vecinos. Y le veías llegar envuelto en su uniforme, que en aquellos años a mí se me aparecía como de almirante.
Me ha venido a la memoria porque se acercan las fechas en las que los vigilantes llamaban a la puerta de nuestra casa en busca del aguinaldo navideño, y nos entregaban una tarjera felicitándonos y deseándonos lo mejor para el año que estaba a punto de estrenarse. En un lado llevaba impresa la figura de un sereno de amplia sonrisa, como diciéndonos: «No se preocupen de la noche; yo estoy aquí para cuidarles»; y en el otro, unos versos alusivos a su trabajo; normalmente muy divertidos. Y lo mismo hacían el lechero, el panadero, el farolero y otros que ahora no me vienen a la mente.
Siento cierta nostalgia de aquella relación tan humana. No puedo ni tan siquiera imaginarme que en estas navidades llamaran a la puerta y, al abrirla, una sonriente muchacha me dijera: «La responsable de la Caja 14 del Supermercado (tal o cual) le desea felices fiestas y próspero 2010.» y me entregara una postal con una foto y unos versos.
Gritos en la noche, sí los hay; pero son diferentes, muy diferentes. Hemos perdido bastante, ¿no?
Pero, de repente, palmadas; al poco, más palmadas. Finalmente, gritos en la noche: «¡Sereno, sereno!». Las voces callaban en cuanto el palmero de turno podía oír sobre los adoquines el sonido casi metálico del “bastón de mando” del vigilante; y volvía el silencio. Y es que, por aquel entonces, cuando por la noche encontrabas el portal de tu casa cerrado y se te había olvidado la llave, tenías que dar palmadas para que aquel ángel municipal viniera, te abriera, te entregara una velita encendida en las manos y esperara a que empezaras a subir los escalones para volver a cerrar tras de ti. Si alguna vez tardaba en llegar era porque tenía que vigilar bastantes calles; pero en cuanto te oía, desde donde estuviera, golpeaba el firme con su bastón para que no se te ocurriera turbar el sueño de tus vecinos. Y le veías llegar envuelto en su uniforme, que en aquellos años a mí se me aparecía como de almirante.
Me ha venido a la memoria porque se acercan las fechas en las que los vigilantes llamaban a la puerta de nuestra casa en busca del aguinaldo navideño, y nos entregaban una tarjera felicitándonos y deseándonos lo mejor para el año que estaba a punto de estrenarse. En un lado llevaba impresa la figura de un sereno de amplia sonrisa, como diciéndonos: «No se preocupen de la noche; yo estoy aquí para cuidarles»; y en el otro, unos versos alusivos a su trabajo; normalmente muy divertidos. Y lo mismo hacían el lechero, el panadero, el farolero y otros que ahora no me vienen a la mente.
Siento cierta nostalgia de aquella relación tan humana. No puedo ni tan siquiera imaginarme que en estas navidades llamaran a la puerta y, al abrirla, una sonriente muchacha me dijera: «La responsable de la Caja 14 del Supermercado (tal o cual) le desea felices fiestas y próspero 2010.» y me entregara una postal con una foto y unos versos.
Gritos en la noche, sí los hay; pero son diferentes, muy diferentes. Hemos perdido bastante, ¿no?
4 comentarios:
Cierto, hemos perdido esa cercanía tan buena y tan humana.
Saludos
joselop44:
Por lo que a mí respecta, trato de no perderme lo bueno de antes; actividad bastante agotadora dada la presión ambiente para que acepte lo que nos echen como "lo natural".
Saludos, granaíno.
Yo recuerdo cuando venía a pedir el aguinaldo navideño el basurero, casi irreconocible aseado.
Que trabajos más ingratos había antes…
Buen día, Ratona.
Sí, eran trabajos muy ingratos. Hoy mismo voy a escribir sobre otro, muy duro, pero que me trae recuerdos muy gratos.
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